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La emocionante historia de Camila, la guerricense fanática de Boca que sueña con jugar en primera

La joven de 16 años que juega en el Club de Viajantes de Pergamino y vive en Guerrico se ilusiona con vestir la camiseta del xeneize. “De muy chiquita me gusta el fútbol y nadie me dijo que jugara. Lo llevo adentro”, confesó

“Hola Camila, queremos invitarte a vos y a tus papás a ver el próximo partido de Boca en la Bombonera”, la sorprendieron a través del teléfono. Camila Torre es una joven que vive en la localidad de Guerrico y juega al fútbol en el Club de Viajantes de Pergamino. Es fanática de Boca Juniors y cuando recibió esa invitación le corrió un escalofrío por la espalda y se le llena el cuerpo de adrenalina. Ese día se le cerró el estómago y no pudo comer. Y a la madrugada le costó pegar un ojo.

Tiene 16 años y cursa sus estudios en el Instituto Comercial de Conesa. “Ella hace de un partido de Boca todo un folclore alrededor. Se abraza a sus camisetas y banderas, grita, llora o protesta con una pasión impresionante. Lo lleva en la sangre”, cuenta su mamá Marcela, que la acompañó Bombonera junto a Adrián, su papá.

Camila sufre el Síndrome de Treacher Collins, una patología genética caracterizada por malformaciones craneofaciales en la que no se desarrollan algunos huesos y tejidos del rostro. Este singular padecimiento está considerado entre las “enfermedades raras” por tratarse de algo poco frecuente. En Argentina, 1 de cada 13 individuos sufre alguno igual o similar y cada 29 de febrero -cuando el calendario no lo permite, un 28 como ayer- se lleva a cabo mundialmente una campaña de concientización.

Federico Cristofanelli, periodista del diario digital INFOBAE, con colaboración de la pergaminense Rocío Sétula, fue el autor de la nota que se publicó ayer, en la que destacó que Camila Torre, instalada en la platea baja de La Bombonera junto a sus padres, viendo Boca Juniors, tuvo una sonrisa que no se le quitó en ningún momento. La única vez que había ido al estadio xeneize había sido en 2016, con una hermana, su cuñado y el padre de él. “Esto es impresionante. Entrar a la Bombonera es una cosa de locos. Vine todo el viaje con el corazón latiendo a mil. Recorrí la cancha y conocí gente, todo muy lindo”, indicó la guerricense, a quien la dirigencia de Boca Juniors le obsequió una camiseta con el número 10 y su nombre que luce a gusto y se sumará a la colección, como la de su cumpleaños de 15, firmada por el plantel profesional.

En Guerrico, donde el fútbol se vive con el Club Atlético Progresista, que consiguió su último campeonato de la Liga de Pergamino en 1999, la gran mayoría es de Boca. Pero esta sensación de vibrar y unirse a los cánticos de la hinchada en vivo es muy distinta para Camila. El gran responsable de este fanatismo es su abuelo, que falleció en 2014. “En mi casa, cero fútbol. Mi abuelo era el único y el que me hizo de Boca. Se lo contagió a mi abuela y desde que se fue él, con ella no nos perdemos ningún partido”, contó Camila. Y hasta admite que la abuela es la única que le da ciertos permitidos para descargarse con algún reclamo contra el árbitro o algún adversario: “Veo los partidos sola o con mi abuela porque a veces digo cosas que no tengo que decir…”.

Camila era chica cuando el equipo liderado futbolísticamente por Juan Román Riquelme alzó la última Libertadores en 2007. Pero tiene un recuerdo grabado con frescura: “Me acuerdo de mi abuelo festejando arriba del Falcón que tenía. Ojalá este año se nos vuelva a dar”. El deseo está a flor de piel aunque el legado de su abuelo trascenderá los éxitos deportivos. El síndrome que padece desde pequeña no le impide llevar una vida plena y normal. Muestra soltura y madurez pese a ser solamente una adolescente cuando se refiere al tema: “He hablado con gente que tiene lo mismo y sufre discriminación y algunas complicaciones en su vida. Yo realmente nunca tuve problemas de ese tipo con nadie. Ni me lo hacen notar”.

La popularización del fútbol femenino la invita a soñar con ser algún día profesional. El anhelo, después de pisar otra vez La Bombonera, se transformó: “Jugar un día acá es lo mejor que me podría pasar”.

Camila Torre afirmó que “de muy chiquita me gusta el fútbol y nadie me dijo que jugara. Lo llevo adentro. Mi cuñado me regalaba pelotas cuando era chica y los chicos del barrio me invitaban a jugar. Hoy disfruto día a día jugar en el club".

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