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¿Quién ganó?

Pedro Horacio Courtial Por Pedro Horacio Courtial | 17 de Noviembre de 2021

¿Quién ganó? El lunes, mientras me dirigía hacia los Tribunales, una querida amiga detiene mis pasos y me dice: “Pedro, yo no entiendo nada sobre lo que está pasando ¿Cuál es el resultado de las elecciones? Todos dicen que ganaron y están contentos ¿Me podés explicar? Y lo único que atiné decirle fue: “Es complejo y necesitamos un rato para empezar a aclarar algo de lo que ocurre”. Y quedamos en reunirnos otro día.

Luego intenté pensar sobre la sensación de mi amiga y  mentalmente ensaye un ramillete de ideas. Cada vez más cierto aquello de que “no hay hechos, solo interpretaciones” y mucho más en el mundo escénico de la política, los hechos, que llegan a nosotros a través del tamiz de los montajes y las narraciones, las coreografías y escenografías que cada protagonista presenta a través de los medios y las redes, interactúan con nuestra historia personal, ideas, sentimientos, contextos y emociones que nos formatean y nos procesan. La posibilidad de acceder a la objetividad y a la totalidad de lo real se torna imposible. A ello hay que agregar una característica esencial de nuestra contemporaneidad. La aceleración del tiempo.

Si bien todo es permanente cambio, nunca los cambios fueron tan veloces y drásticos como en la actualidad. Se dislocan los parámetros de organización social al ritmo en que vuela la información. La vida se ha vuelto presente perpetuo. Nos desprendemos cada vez más del pasado y las posibilidades de predicción certera quedan amputadas por la incertidumbre, marca distintiva de nuestra cotidianidad.

Dos certezas que enmarcaron y sirven para explicar los resultados del domingo pasado.

En la Argentina, como en casi todo Occidente, a la hora de votar es más potente el votar en contra de, por odio, prejuicio, castigo, malestar, que elegir una opción que implique un proyecto sugestivo de vida en común, que exprese el entusiasmo de las mayorías por un relato que convoque a una construcción colectiva que trascienda la coyuntura y el corto plazo. Y la segunda certeza es que luego de los padecimientos y dramas vividos por la inmensa mayoría de los argentinos a consecuencia de la crisis sanitaria provocada por la pandemia haya crecido un clima de bronca, frustración y enojo que se tradujo, como en muchos otros países, en voto castigo a las autoridades nacionales, que también con errores -reconocidos públicamente- y desaciertos alimentaron el malestar popular.

Las imágenes de las pantallas el domingo a la noche mostraban sonrientes a los dirigentes y militantes de Juntos por el Cambio, del Frente de Todos, de Javier Milei y del Frente de Izquierda y creo que todos tienen motivos, desde la óptica de sus intereses y sus planes a futuro, para sentirse protagonistas de un desempeño electoral beneficioso. Pero quién mejor quedó parado en lo inmediato es el Gobierno Nacional.

Desde Juntos, antes de las elecciones, se proponía una transición ordenada, dando por concluido el Gobierno de Alberto y Cristina para el  cual auguraban un estallido y una rápida descomposición del Frente. Olvidaron la lección pos-elecciones 2017: Ganaron cómodos las legislativas, dieron por reelecto a Macri y a los pocos meses empezó la debacle económica que terminó con la derrota en 2019. Un resultado electoral de medio terminó sin mucha diferencia no determina la futura reestructuración de las relaciones de poder.

Hoy serán convocados como segunda minoría a discutir un acuerdo con el FMI y un pacto para rediseñar el Presupuesto para los dos próximos años. Y ese convite puede convertirse en una trampa mortal para la alianza de Juntos porque expondrá las graves y profundas diferencias que anidan en esa coalición solo camufladas por el rechazo al peronismo.

Milei y José Luis Espert están abriendo sus brazos para recibir en el regazo de la ultraderecha a los sectores más duros del PRO.

El radicalismo tiene un límite y se llama Milei. Los medios hegemónicos, verdadera oposición al Gobierno y líderes de los poderes facticos en la Argentina, tratarán de resquebrajar al Frente de Todos.

El presidente Alberto Fernández, desde el domingo, tiene otra oportunidad de retomar la iniciativa política. Debe tomar nota que votos que cosechó la Izquierda son votos desencantados con políticas oficiales o con ausencia de políticas eficaces para sectores muy golpeados por una decadencia que profundizó la pandemia.  El poder nunca es estático, siempre se mueve.

Hoy en la Argentina está muy repartido: Ejercen poder el Gobierno, la oposición, los medios, la Justicia, los empresarios, los trabajadores sindicalizados, los movimientos sociales, los cultos religiosos, las mujeres y cientos de organizaciones que expresan una diversidad inconmensurable de una sociedad cada vez más segmentada.

Quién tiene la mayor capacidad de influir es el Gobierno Nacional sí acierta en las medidas que abran un futuro, una posibilidad de una vida mejor a la mayoría de la población y tiene chances de recuperar un consenso más amplio que el cosechado en las últimas elecciones.

*El autor es abogado, político y exsenador provincial

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